La Nación: Es migrante, se autodeportó tras 16 años en EE.UU. y así se lo contó a su hija de 5 años: “No podía vivir así”
26/10/2025
Tras 16 años en EE.UU., Sam Kangethe dejó a su familia en Michigan y se autodeportó a Kenia, cansado de vivir con miedo a ser detenido por el ICE.

Samuel Kangethe llegó a Estados Unidos desde Kenia, con una visa de estudiante. Se instaló en Michigan y construyó una vida estable: tenía casa, empleo, esposa y tres hijos. Sin embargo, 16 años después, se vio obligado a tomar una decisión que lo separó de su familia. Ante la imposibilidad de regularizar su estatus migratorio, se autodeportó. “Preferí salir por mi cuenta, antes que llegar al aeropuerto encadenado”, explicó desde su país natal.El adiós a su familia en Michigan: se autodeportó para no ser arrestado por el ICEEn agosto pasado, poco antes del inicio de clases, Samuel Kangethe habló con sus hijos y les contó que se iría de Estados Unidos. La menor, de cinco años, rompió en llanto. Aunque les prometió que algún día volverían a estar juntos y que buscarían el modo de que viajaran a Kenia, el impacto de la noticia fue devastador para los niños. Días después, el 17 de agosto, este migrante de 39 años cargó sus valijas y un bolso de golf en una camioneta de un amigo y partió rumbo al aeropuerto de Detroit. No quiso que su familia lo acompañara porque, según comentó, no habría podido soportar la despedida.Su mujer y sus tres hijos se quedaron en su hogar, en Lasing. “Decidí que prefería irme yo mismo que llegar al aeropuerto encadenado”, explicó sobre los motivos que lo llevaron a dejar EE.UU. “Quería regresar a casa con mi dignidad”, añadió en declaraciones a CNN.Cómo fue su vida en EE.UU., ante el temor por las redadas del ICE Kangethe llegó a Estados Unidos en 2009 con una visa F-1. Obtuvo un título en contabilidad y una maestría en Finanzas en la Universidad Central de Michigan. Durante varios años, trabajó como contador en una compañía privada y luego ocupó el mismo puesto en el gobierno estatal.Aunque no tenía antecedentes, nunca pudo llegar si situación migratoria y quedó atrapado en un limbo migratorio.Samuel Kangethe se casó en 2012 y obtuvo una green card condicional por dos años. Cuando intentó renovarla, las autoridades de inmigración lo acusaron de fraude matrimonial. Desde entonces, su caso quedó sin resolución y cada renovación temporal lo mantenía en la incertidumbre. “Siempre volvía a las oficinas federales de inmigración y me sellaban el pasaporte para extender mi residencia temporal”, explicó.Aunque se divorció y volvió a casarse en 2018 con Latavia, su mujer y madre de sus hijos, esa acusación lo volvió deportable. Su nuevo matrimonio no cambió su situación. “Nos llamaron para varias entrevistas. El tipo que me estaba entrevistando me dijo: ‘Amigo, lo siento mucho, tengo las manos atadas’”, recordó.El endurecimiento de las políticas migratorias bajo el gobierno de Donald Trump lo empujó a tomar una decisión. “El presidente hizo campaña sobre inmigración. Para alguien como yo, eso me afecta directamente. Imagínense el miedo que me generaba”, expresó en una entrevista con NPR.Al igual que muchos otros extranjeros, eligió regresar a su país voluntariamente. Rechazó usar el programa oficial del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) que ofrece vuelos gratuitos y un pago de salida de US$1000. Prefirió hacerlo solo. “No tengo absolutamente nada de que avergonzarme. No soy un delincuente”, sostuvo.Convencido de esta decisión, renunció a su trabajo en mayo para pasar el verano dedicado a su familia. En ese tiempo, trató de dejar todo listo para cuando él no estuviera en EE.UU. Según afirmó, buscó el modo de “poder apoyarlos” incluso desde el exterior.Separación familiar: el impacto de su partida en su esposa y sus hijosLatavia, su esposa, contó que intentó que Kangethe cambiara su decisión. “Salimos a conducir y traté de convencerlo, pero no funcionó. Le dije que podíamos buscar más apoyo legal, pero él ya había tomado su decisión”, señaló.Cuando la familia se reunió para contarle la noticia a los niños, todos rompieron en llanto. “Todo lo que oyeron fue: ‘Me voy a ir y los voy a dejar’. Intenté ser fuerte y decirles que esa era la mejor opción para evitar vivir con miedo”, contó Kangethe.Dos meses después de su partida, los tres hijos aún intentan adaptarse a su nueva vida. Se comunican a diario con su padre a través de videollamadas, aunque la diferencia horaria complica la rutina escolar. “Algunas conversaciones terminan en lágrimas y otras, en risas”, contó Latavia. La mujer inscribió a los chicos en terapia. La más pequeña sufre ansiedad cada vez que su madre sale de casa. Teme que ella también se vaya. “Verla pasar de ser una niña que se portaba muy bien a algo completamente diferente es probablemente una de las peores cosas”, lamentó.La familia enfrenta además problemas económicos. La mayor parte de los ahorros se destinó a gastos legales por el caso migratorio. Una prima de Latavia organizó una colecta GoFundMe para ayudarla a sostener el hogar.Mientras tanto, Kangethe se instaló en la casa de su madre, en Nakuru, Kenia. Busca empleo como contador y espera su audiencia virtual ante un juez de migración de Detroit prevista para enero de 2026. “Estoy mejor de lo que había anticipado. Ya no tengo ese peso sobre mi hombro”, contó.Su mayor preocupación era que lo detuvieran y deportaran por la fuerza y que su mujer y sus hijos no supieran de él. Ahora, la situación es diferente. “Mi familia puede contactarme en cualquier momento y sabe dónde estoy. Allí, solo estaba sobreviviendo y esperando que nadie me detuviera. No podía vivir así”, concluyó.
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